miércoles, 17 de septiembre de 2008

Ser maestra ...


En verdad mi imaginación, qué si bien tiende mucho a viajar por el tiempo y el espacio, jamás me permitió llegar a sentir lo que es ser maestra.
Hoy que pertenezco a y vivo de este gremio estoy segura que no hay profesión que encuadre más conmigo que la docencia.
Recuerdo esas "agarradas de greña" con mi 'amá cuando ella insistía en que me fuera por el lado de los pizarrones y salones de clase en lugar de los encierros de oficina y computadoras; yo, como típica hija adolescente, parecía que me pagaban por hacer lo contrario a lo que me aconsejaba mi sabia madre, me negaba rotundamente a sabiendas que habá un 80% de posibilidades de que al final ella tuviera razón.
Con esto no quiero decir que me arrepiento -ni en lo más mínimo- de mi paso por la universidad, que al fin de cuentas me llevó a la tarea de educar improvisando la profesión de maestra (aquí me inquieta de nuevo lo que es el destino), pero si me hace reconocer una vez más lo buena vidente que resulta ser mi mamacita.
Todo lo que leemos y escuchamos que nos cuentan una y otra vez es ¡verdaaad! Se los digo yo que era una incrédula hecha y derecha. Lo secundo sinceramente... "No hay satisfacción más grande que la que te dan tus alumnos". Lo sé, de eso no vives, pero si te hace mucho más grata la existencia. Si, si... estoy muy de acuerdo en que las gratificaciones monetarias no te ayudan mucho a obtener lo que cualquier empresario exitoso tiene: complacer antojitos, a irte de farra todos los fines de semana completos, a comprarte de cuanto moño, blusa, vestido, zapato y adornito de enamoras tras un aparador, a manejar un auto de rockstar, y un sin fin de "blas blas" quejumbrosos que suelen escucharse por los pasillos de las escuelas; pero en realidad se siente muy rico el que un niño te salude donde te encuentre, que después de observarte "de pe a pa" te pregunte que si te puedes levantar el pantalón para ver tu zapatos, que se interese por saber más de ti, que al final de la clase te diga asombrado lo que aprendió, que te pida quedarte más horas dándoles clase, que te regale desde un pedacito de su lonche hasta una flor, que se ofrezcan a llevarte la maleta y/o bolsa, que te respeten y te digan "yo quiero ser maestro, así como usted", el verlos en clase "peleandose" emocionados por participar, etc, etc. Sentir que esos niños/adolescentes que rara vez admiran a alquien real te ven de una manera tan alagadora y que esperan tanto de ti en verdad que no tiene comparación alguna.
Me estoy enamorando de esta hermosa labor.
Para cerrar, cito a una gran maestra que me llevó a conocer este mundo: "Si volviera a nacer, volvería a ser maestra".
¡Gracias mamá!
Eres un gran ejemplo y mi más grande reto.

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